El reto de vivir
Carta a mi hijo
con discapacidad
Septiembre 2023
Querido Alvarete:
Respirar… a veces siento que llevo años sin hacerlo. En parte por falta de oportunidades y en parte porque no he sabido hacerlo cuando se ha presentado la ocasión. Se me caen los párpados y las extremidades de mi cuerpo sienten la fuerza de la gravedad. No poder salir a ganar, ni siquiera a empatar, tener que jugar a contener las pérdidas y no dejar nada más por el camino, dificulta motivarse y, sin embargo, hay que hacerlo.
Las heridas del pasado parecen escocer más que cuando se produjeron. Son tantas que no encuentro un bálsamo que pueda calmarlas. El tan ansiado descanso me debilita porque permite a mi mente volar y recordar lo que era la libertad. Entonces, ¿de dónde sacaré las fuerzas para llevar mi carga y afrontar los retos del futuro?
Apenas llega el verano empieza esa sensación de que se nos escapa de las manos. Es lo que pasa cuando deseas algo con tanta ilusión, la espera es eterna y el momento efímero. Es tiempo de ilusión, de disfrutar con la familia y los amigos, de recargar pilas y romper con la rutina. Tendemos a idealizarlo en nuestros recuerdos durante el resto del año, siempre he pensado que muchos de los logros del curso manan de esta fuente de energía.
Recuerdo mis veranos con cariño, me hacen esbozar una sonrisa de felicidad. En ellos aprendí a pescar con mi padre, a enamorarme de los mundos perdidos de Tolkien, a perder el miedo a nadar sin ver el fondo o disfrutar del placer de no hacer nada…
Hoy todo es más complicado, la época estival se ha transformado, ha pasado de proveerme de energía a demandarme más que el resto del año; lo que me ha obligado a cambiar mi mix energético.
Las vacaciones se convierten en una trampa, ya que tu cuerpo lo desea con todas sus fuerzas, tu mente lo idealiza, pero la realidad te pone los pies en el suelo. Durante el año todos somos conscientes de que nos toca picar en la mina, el descanso pasado y la ilusión del futuro nos da fuerzas para llevarlo con alegría. El problema surge cuando llega el momento de descansar y tu cuerpo no puede hacerlo y así ocurre año tras año… Nos hacemos más propensos a rompernos y especialmente durante el período en el que nuestro cuerpo esperaba parar.
Esto se debe a que aún queda mucho por hacer en los recursos disponibles para atender y apoyar a las personas como tú y a los familiares como yo. Durante este período se rompen las rutinas que tanto te ayudan y que te cuesta tanto asimilar. Algo tan incomprensible como sería que los deportistas de élite obviaran que lo son durante dos meses y medio al año.
Lógicamente, existen parches que ayudan, pero no lo suficiente y, desde luego, no al alcance de todos. Se convierte en un verdadero problema para muchas familias, no sólo por las conductas disruptivas que puedan surgir por la pérdida de rutinas, también por los problemas de conciliación. El que tenga oídos que oiga.
Solemos pensar que entendemos por lo que pasa el prójimo, pero nos cuesta creer que puedan comprender nuestro caminar. De un tiempo a esta parte, intento ponerme en los zapatos del prójimo con el objetivo de, si no puedo comprender sus acciones, por lo menos aceptarlas. Me he dado cuenta de que el mundo no es como yo lo imaginaba, es como es, y a partir de ahí he dejado de construir mi realidad para trabajar en mejorar la realidad.
Es cierto que estoy cansado, pero no es un cansancio de cuerpo, tampoco es de mente, va más allá de todo ello. Es el cansancio que provoca el peso de la responsabilidad que implica ser tu padre, pero la realidad es que para vivir necesitas de, al menos, un motivo y este te requerirá retos, algunos grandes y otros pequeños, y tú eres unos de mis motivos para vivir y, sin duda, ser tu padre mi mayor reto.
Sólo espero no olvidar que, por muy importante que sea el motivo, hay otros tan importantes, con retos quizás más amables, pero que también requieren de mí y no sólo de una parte. Te hablo de tus hermanas y de tu madre, que, lejos de desgastarme, son mi principal fuente de energía y, por tanto, mi fortaleza para que podamos seguir construyendo la realidad juntos.
Te quiero,
Álvaro
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El reto de vivir
Carta a mi hijo
con discapacidad
Septiembre 2023
Querido Alvarete:
Respirar… a veces siento que llevo años sin hacerlo. En parte por falta de oportunidades y en parte porque no he sabido hacerlo cuando se ha presentado la ocasión. Se me caen los párpados y las extremidades de mi cuerpo sienten la fuerza de la gravedad. No poder salir a ganar, ni siquiera a empatar, tener que jugar a contener las pérdidas y no dejar nada más por el camino, dificulta motivarse y, sin embargo, hay que hacerlo.
Las heridas del pasado parecen escocer más que cuando se produjeron. Son tantas que no encuentro un bálsamo que pueda calmarlas. El tan ansiado descanso me debilita porque permite a mi mente volar y recordar lo que era la libertad. Entonces, ¿de dónde sacaré las fuerzas para llevar mi carga y afrontar los retos del futuro?
Apenas llega el verano empieza esa sensación de que se nos escapa de las manos. Es lo que pasa cuando deseas algo con tanta ilusión, la espera es eterna y el momento efímero. Es tiempo de ilusión, de disfrutar con la familia y los amigos, de recargar pilas y romper con la rutina. Tendemos a idealizarlo en nuestros recuerdos durante el resto del año, siempre he pensado que muchos de los logros del curso manan de esta fuente de energía.
Recuerdo mis veranos con cariño, me hacen esbozar una sonrisa de felicidad. En ellos aprendí a pescar con mi padre, a enamorarme de los mundos perdidos de Tolkien, a perder el miedo a nadar sin ver el fondo o disfrutar del placer de no hacer nada…
Hoy todo es más complicado, la época estival se ha transformado, ha pasado de proveerme de energía a demandarme más que el resto del año; lo que me ha obligado a cambiar mi mix energético.
Las vacaciones se convierten en una trampa, ya que tu cuerpo lo desea con todas sus fuerzas, tu mente lo idealiza, pero la realidad te pone los pies en el suelo. Durante el año todos somos conscientes de que nos toca picar en la mina, el descanso pasado y la ilusión del futuro nos da fuerzas para llevarlo con alegría. El problema surge cuando llega el momento de descansar y tu cuerpo no puede hacerlo y así ocurre año tras año… Nos hacemos más propensos a rompernos y especialmente durante el período en el que nuestro cuerpo esperaba parar.
Esto se debe a que aún queda mucho por hacer en los recursos disponibles para atender y apoyar a las personas como tú y a los familiares como yo. Durante este período se rompen las rutinas que tanto te ayudan y que te cuesta tanto asimilar. Algo tan incomprensible como sería que los deportistas de élite obviaran que lo son durante dos meses y medio al año.
Lógicamente, existen parches que ayudan, pero no lo suficiente y, desde luego, no al alcance de todos. Se convierte en un verdadero problema para muchas familias, no sólo por las conductas disruptivas que puedan surgir por la pérdida de rutinas, también por los problemas de conciliación. El que tenga oídos que oiga.
Solemos pensar que entendemos por lo que pasa el prójimo, pero nos cuesta creer que puedan comprender nuestro caminar. De un tiempo a esta parte, intento ponerme en los zapatos del prójimo con el objetivo de, si no puedo comprender sus acciones, por lo menos aceptarlas. Me he dado cuenta de que el mundo no es como yo lo imaginaba, es como es, y a partir de ahí he dejado de construir mi realidad para trabajar en mejorar la realidad.
Es cierto que estoy cansado, pero no es un cansancio de cuerpo, tampoco es de mente, va más allá de todo ello. Es el cansancio que provoca el peso de la responsabilidad que implica ser tu padre, pero la realidad es que para vivir necesitas de, al menos, un motivo y este te requerirá retos, algunos grandes y otros pequeños, y tú eres unos de mis motivos para vivir y, sin duda, ser tu padre mi mayor reto.
Sólo espero no olvidar que, por muy importante que sea el motivo, hay otros tan importantes, con retos quizás más amables, pero que también requieren de mí y no sólo de una parte. Te hablo de tus hermanas y de tu madre, que, lejos de desgastarme, son mi principal fuente de energía y, por tanto, mi fortaleza para que podamos seguir construyendo la realidad juntos.
Te quiero,
Álvaro